viernes, 26 de noviembre de 2010

El Linóleo

Este revestimiento, elaborado con derivados de madera, es muy resistente al desgaste y de fácil mantenimiento.


Durante décadas, los suelos de linóleo fueron una opción decorativa de uso mayoritario. Tras la irrupción de otros materiales, como la moqueta, el PVC o el parquet, el linóleo se renegó a un segundo plano, si bien reaparece después de años en desuso. Es un revestimiento elaborado con derivados de la madera y diferentes resinas que se caracteriza por su alta resistencia al desgaste y su fácil mantenimiento diario.



Los suelos de linóleo se elaboran a partir de materiales naturales como el óleo de lino, la harina de madera, el corcho y diversas resinas. Entre las propuestas disponibles para revestir el suelo de una estancia, los pavimentos de linóleo destacan por su dureza frente al paso del tiempo y los posibles daños. Con respecto a otras opciones como el parquet y el embaldosado, resulta un material más resistente.


La clasificación UPEC, en general, los suelos de linóleo gozan de unos valores U3P3 o U4P4. Por tanto, son pavimentos con fuerte resistencia al uso y a las posibles perforaciones que puedan sufrir durante su ciclo de vida. Sin embargo, conviene considerar que la durabilidad del revestimiento también la determina su correcta colocación. Es probable que un linóleo tratado sobre una superficie irregular o sin preparar con anterioridad envejezca peor. Por esto, es fundamental encolar el linóleo sobre un suelo nivelado y preparado.


El linóleo se comercializa en rollos o en formato de loseta. En ambos casos, el revestimiento tiene en el revés una capa de poliéster o de yute para asegurar su agarre y estabilidad.


En su mayoría, los suelos de linóleo actuales tienen una cobertura protectora que contribuye a su óptima conservación y evita las manchas y perforaciones. Para su mantenimiento diario, basta con fregarlo con agua tibia y un jabón líquido neutro o con PH bajo. Si el suelo tiene manchas difíciles, no conviene emplear limpiadores agresivos, como lejía o amoniaco, ni disolventes o productos alcalinos. De lo contrario, el revestimiento sufriría decoloraciones o pérdida de brillo natural.


Otro aspecto que es preciso cuidar es la cantidad de agua que se debe emplear para su limpieza. Es recomendable empapar la superficie y no humedecerla en exceso, ya que se corre el riesgo de que el agua penetre en las uniones del linóleo y provoque daños. Es probable que, con el propio uso, el revestimiento pierda brillo. Para recuperarlo, se debe utilizar un abrillantador o ceras específicas para este tipo de suelo y, a continuación, lustrar la superficie con una gamuza.

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