miércoles, 16 de febrero de 2011

Ronchamp, 1954 por Le Corbusier

En la comuna de Ronchamp, al sureste de París, se encuentra uno de los proyectos más inusuales del arquitecto Le Corbusier, la Iglesia Notre Dame du Ronchamp, mejor conocida como Ronchamp. El encargo nace hacia 1950, cuando después de terminar la II Guerra Mundial, la iglesia de la comuna, había sido destruida. Así, iniciando la reconstrucción, Le Corbusier es designado para proponer una nueva iglesia Católica.



Los alrededores de Ronchamp, han sido durante años, un lugar de peregrinación profundamente arraigado en la tradición católica. No obstante, después de la guerra, se decide crear una iglesia que reinventa el espacio sagrado, dejándolo libre de detalles extravagantes y figuras religiosas. Le Corbusier crea una estética moderna que trabaja el edificio como un verdadero objeto escultórico. La iglesia es, actualmente, uno de los trabajos más importantes de su carrera.

Al diseñar Ronchamp, Le Corbusier genera un volumen orgánico de paredes blancas, acercándose al aspecto etéreo de la arquitectura moderna. Con el ingreso de la luz, las pequeñas ventanas de color, cambian inmediatamente el interior del espacio, dotándolo de vida y simbolismo.

Ronchamp se encuentra en un terreno boscoso, alejado del resto de la comuna. La capilla es colocada sobre la cima de una colina, como un verdadero pedestal. Una referencia para los peregrinos.

En esta obra, Le Corbusier le otorga una especial importancia a los muros del edificio, pues son ellos los que le dan el carácter escultórico a la obra. Las paredes gruesas, y de suave curvatura, son construidas mediante hormigón y mampostería. Con un sistema constructivo relativamente simple, el arquitecto aprovecha el diseño, estructural, estética y funcionalmente. Las altas paredes, actúan como amplificadores acústicos, que proyectan el sonido hacia todo el lugar.

Uno de los aspectos más llamativos de la iglesia, es el cielo curvo. El techo parece flotar sobre el edificio, apoyándose en columnas incrustadas en los muros, creando una brecha de 10 cm. entre el techo y las paredes. El techo es quizás la única señal de alguna influencia de los avances mecánicos, simulando las curvas del ala de un avión. Aerodinámica en el diseño, todas sus cualidades enormes y pesadas, aparecen sin peso ante la mirada del especador.

Otro aspecto importante en el diseño de esta obra, son las esporádicas ventanas que perforan los muros. Las perforaciones son profundas, y con un ángulo que permite que la luz entre de forma directa. Cada ventana ilumina de forma distinta debido a su tamaño, posición en el muro y color del vidrio. La luz ingresa creando un patrón moteado, similar a lo que ocurre cuando se miran las estrellas. Gran parte de la iluminación del recinto, no se genera gracias a estas ventanas, sino a la separación de 10 cm. entre el techo y el muro.

Desde el exterior, la iglesia destaca por sus formas curvas que se asemejan quizás al paisaje, en el interior en cambio, la forma pierde protagonismo y es la luz el elemento que da sentido al espacio. Este edificio, es sin duda, uno de los más interesantes del siglo XX en la carrera de Le Corbusier.

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