miércoles, 23 de enero de 2013

Vincci Bit, una galería de arte en Barcelona para dormir junto a la obra de once artistas.

Hay una galería de arte en Barcelona donde no hay horario de visitas y, encima, puede dormir en ella. O dicho de otro modo: duerme rodeado de arte contemporáneo. Porque eso es el Vincci Bit, un proyecto capitaneado por el diseñador de interiores Jaime Beriestain que ofrece a los huéspedes una experiencia única y sorprendente.



Situado cerca de la zona del Fórum, este hotel perteneciente al grupo Vincci deja todo el protagonismo a los pasillos y zonas comunes, cuyas paredes han sido decoradas con murales de artistas españoles e internacionales.

En definitiva, un espacio de dos mil metros cuadrados llenos de creatividad y colorido, y sin muchas puertas u obstáculos para que se parezca a una auténtica galería de arte.

El proyecto busca conectar con un nuevo perfil de huésped: gente que viaja mucho “y que necesita ser sorprendida”, ha dicho Beriestain. Esto a nivel teórico, mientras que a nivel estético quería ofrecer un espacio fresco, joven y acorde al espíritu vanguardista que acompaña a la ciudad de Barcelona.

Para ello ideó una especie de viaje a través de las siete plantas del edificio con las obras de diseñadores gráficos, ilustradores y artistas callejeros. Gente con la que quería colaborar, cuyo trabajo se puede aplicar en un espacio como éste, y, lo más importante, de orígenes, técnicas y estilos distintos para plasmar la mezcla de culturas que respira la Ciudad Condal. A todos les dejó carta libre para que decorasen su planta asignada.

La galería empieza nada más cruzar la puerta de entrada al hotel, que recibe al huésped con un mosaico de la catalana Marta Cerdà inspirado en las tipografías del siglo XIX. También la mesa de la recepción es suya. Las paredes del vestíbulo, por su parte, son del ilustrador japonés afincando en Barcelona Yoshi Sislay. Mientras que el sótano es para una exposición de efectos visuales realizados con sprays, del estudio ruso Dopludo Collective.

A partir de la primera planta empieza el viaje. Un viaje que avanza planta por planta mediante un degradado del color que cierra el círculo en la última. Si en la primera prima el negro sobre el blanco, en la séptima prima el blanco sobre el negro.

Vayamos una por una: el pasillo de la primera planta es obra del arquitecto e ilustrador portugués Mister Mourau, famoso por sus dibujos de ciudades y edificios.

La segunda planta fue para Alex Trochut. “Es la esencia del vanguardismo español”, opina Beriestain. Su mural está inspirado en la estética de los años 50 y expresa un sentimiento de alegría ensoñadora.

En la tercera, otro catalán: el artista grafitero Aleix Gordo, quien también ha trabajado con el tema del sueño. En la cuarta más grafitis, pero esta vez del estadounidense Matt W Moore, colaborador de firmas como Coca-Cola o Ray Ban y el cual ha llenado las paredes de formas geométricas.

El estudio de ilustración barcelonés Brosmind se ha encargado de la quinta. Ellos han trabajado sobre papel. El italiano Lorenzo Petrantoni, por su parte, se dedicó a pegar todas las piezas del collage de la sexta planta. En él ha plasmado personalidades del siglo XIX.

La séptima vuelve a firmarla Yoshi Sislay, esta vez buscando una implicación mayor del que mira al ofrecerle un juego: encontrar las siete bolas del dragón. Por último, en la azotea, un collage de Christian Gastaldi decora la terraza, donde está situada la piscina, el gimnasio y donde se celebran fiestas privadas. “Su estilo representa el toque urbano de Barcelona”, piensa Beriestain del artista.
¿Y qué pasa con las 177 habitaciones? Aquí las estrellas son los pasillos, así que para no robarles el protagonismo a éstos, se han decorado todas iguales.

De ellas, y del resto de de estancias, destaca el mobiliario. El diseñador no quería utilizar “los típicos muebles de hotel sin personalidad”, así que para darle más carácter se ha apoyado en una mezcla de piezas antiguas originales, reediciones y muebles de diseño exclusivo.

Sillas Eames, Roland Rainer, lámparas Tom Dixon, robots de los años 80 y otros objetos de los 60 y 70 campan por el restaurante, la recepción y demás rincones de este singular hotel creando el efecto que buscaba su artífice: “Dejar huella de una década”.

Para más información visiten: Beriestain
Vía: diarioDESIGN




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